Yo te pedí que te marcharas-Parte I

Tuve un sueño ayer, estabas a mi lado durmiendo, los nacientes rayos del sol rosaban tus mejillas, y pensé: qué hermoso eres, pensé en aquella mañana cuando te conocí y deseé que ese sueño se volviera realidad.

Hoy me despierto estoy solo en mi habitación y no puedo dejar de pensar en ti, siento que te veo salir del baño, siento que te acercas a mí y me besas. Siento que enloquezco, siento que no puedo más, siento que tus besos se van,  que se desprenden de mi piel y no volverán.

Quizás debí de ser valiente, debí de hacer lo que realmente quería y quedarme contigo. Quizás, debí pedirte que te quedaras un poco más.

Éramos tan felices vidas simples lleno de momentos que hoy extraño tanto, ver una serie, una película a tu lado, hoy lo hago solo y siento que estás a mi lado, pero siempre volteo y no estás, te has ido y sé que no volverás.

Acaso no me dijiste una vez que siempre estarías conmigo, que cuando no supiera el camino a casa, tú me llevarías. Recuerdo que me dijiste que cuando no tuviera adónde ir tú serías mi hogar, tú serías mi fuerza, tú serías mi felicidad, ¿acaso ya olvidaste tus palabras?, ¿dónde estás?

Sí sé dónde estás, estás en mi corazón, estás en mi pensamiento, en mis recuerdos a veces siento que fuiste un sueño y quiero dormir y no despertar.

Pero sé que fue mi decisión, yo te pedí que te marcharas, que me dejaras solo, fui yo quién soltó tu mano, fui yo quien ya no quiso que fueras mi hogar, fui yo él que te pidió que te marcharas y me dejarás solo, en esta casa, en esta ciudad.

Hoy no puedo dejar de llorar, sé que te amo, más que a nada, más que a mí y me duele pensar que ya no estás conmigo.

Recuerdo cuando te conocí, sentí que lo podía todo: que podía amar, que podía ser gay y ser feliz, pero con el tiempo supe que no era capaz, no era capaz de nada, sólo de negarte, esconderte, y a veces avergonzarme de ti, supe que no era capaz de seguir y te pedí que te marcharas, hoy quisiera pedirte que regreses mi primer amor, mi único amor, pero no sé si lo harás.
Parte II